15 mayo 2018
Voy a un psicólogo. Empezó por un perro. Tenía una amiga a ese tiempo que era muy directa y yo no estaba acostumbrada a alguien así. Comprensiblemente, mis sentimientos se lastimaban seguido. Ya tenía autoestima baja y sus palabras (intencionales o no) la empeoraban. Deseo ser honesta con mis lectores. Actualmente, deseo ser honesta en general. Entonces les diré.
Mi universidad manda un correo electrónico con anuncios cada mañana con información sobre diferentes eventos, trabajos, y otras cosas que tomaban lugar en el campus. En mi primer año ahí checaba los anuncios cada día. *suspiro* Era tan mojigata en ese entonces. De cualquier modo, un día en la primavera del 2015 vi un anuncio para terapia en grupo sobre el tema de comer conscientemente. Aparte de autoestima baja, también tengo una relación poco saludable con la comida. Ja, ¿y voy a ser dietética? Eso es un tema para otra publicación.
En cualquier caso, este anuncio duro un rato. La mayoría de los anuncios duran una semana más o menos y después los remplazan con eventos y noticias nuevas. Pero este anuncio, tuvo mi atención por semanas. Cada vez que esa amiga me decía algo que me hacía sentir terrible sobre mí misma, buscaba ese anuncio. ¿Por qué? Pues, yo como muchas otras personas tengo esa desilusión que si fuera a resolver mis problemas con la comida o mi peso instantáneamente me amaría y aseguraría mi felicidad. Sé lógicamente que eso no es verdad, pero la realidad no hace que un sueño se sienta menos real, ¿o sí?
Un día, … ¿debería decirte? No quiero hablar mal de nadie. Pero ayuda darle contexto a mi historia. Está bien. La versión corta es que me enseñó un traje atlético que quiera comprarle a su doguillo. Di un resoplido y cuando me preguntó por qué había reaccionado en esta manera le respondí que su doguillo gordito no era el tipo que hacía ejercicio. Ella replicó que yo usaba pantalones de ejercicio seguido y no hacía mucho ejercicio.
Huy. Sí, pues hoy en día es muy raro encontrarme en pantalones de ejercicio o cualquier tipo de ropa fodonga que alguien pudiera confundir con ropa de ejercicio en cualquier lugar excepto el gimnasio o mi hogar. En ese momento, me calló. Fue la última, en mis ojos, palabra abusiva que necesitaba para mandar ese correo electrónico sobre el grupo de terapia.
El centro de terapia me hizo una cita para una evaluación. El propósito de esto era para decidir si el grupo sería un beneficio para mí. Decidieron que sí y fui a mi primera sesión poco tiempo después. Lo odiaba. ¡Era tan raro! Se trataba de ser consiente y mayormente recuerdo estar ahí sentada con tres personas más que eran igual de calladas que yo. Escuchábamos a un par de profesionales explicar que significa ser consiente y cuantos milagros causa.
Se trataba de vivir en el momento. Dejar ir de cosas que quisieras haber hecho en el pasado o preocupaciones del futuro y sólo pensar en el ahora. Sólo respirar. Sentir el aire fresco entrar a tus pulmones y suavemente, naturalmente encontrar su salida. Aparte de aprender como respirar, hicimos meditaciones guiadas. Por suerte, yo había intentado esto un par de veces en mis días de preparatoria por mi propia voluntad. Entonces esto probablemente fue la cosa menos rara que hicimos.
La cosa más extraña, y en ese entonces, que parecía la cosa más inútil era comernos una pasa conscientemente. Nos dieron a cada uno una de esas cajitas de pasas y nos dijeron que pusiéramos una, sólo una, pasa en la palma de una mano. Después nos dijeron que miráramos la pasa. Que examináramos la rugosidad. No recuerdo si nos dijeron que la oliéramos o no. Lo siguiente que sé por seguro, es que nos dijeron que pusiéramos la pasa en nuestras bocas pero que no la mordiéramos. Antes de hacer eso teníamos que mover la pasa con nuestras lenguas y sentir esa rugosidad que apenas habíamos visto.
Teníamos que tener paciencia. Sólo después de tener la experiencia completa de la esencia de la pasa nos permitían tomar esa mordida sacrificial- sólo para masticar despacio para saborear su dulzura gentil. Como dije, odiaba este grupo. Era demasiado hippie para mí. Además, no me gustan las pasas. Las puedes apreciar con todos los sentidos que quieras, pero el único contexto en que hacen sentido las pasas para mí es en la basura.
¡Pero no fue todo para nada! Durante mi evaluación la terapista que la completó me preguntó unas preguntas sensibles con respuestas dolorosas. No estoy lista para compartirlas. Tal vez nunca estaré lista. No creo que sea importante. Al menos no a esta historia. El punto aquí es que la terapista de la evaluación vio que había más bajo mi superficie y me preguntó si estaría interesada en terapia individual. A veces especulo que estaba tan enfocada en intentar terapia en grupo porque era mi manera menos estigmatizada de intentar terapia (con terapia individual siendo mi gol final).
De hecho, la primera vez que se me ocurrió intentar terapia fue cuando una de mis maestras en la preparatoria compartió una historia personal con mi clase. Ella era mi maestra de una clase que servía para preparar estudiantes para ir al colegio. Entonces todos en la clase eran como una pequeña familia. Estábamos acostumbrados a compartir historias personales, pero la historia de mi maestra tiene que ser una de las que se ha quedado más conmigo. Dicho simplemente, ella compartió su experiencia empezando a ir a terapia después de la muerte de un familiar cercano. Recuerdo pensar que valiente era por compartir su historia. También era la primera vez que escuché a alguien hacer más que susurrar sobre la salud mental. Así ella empezó a socavar el estigma que tenía sobre la salud mental y buscar ayuda. Gracias, señora Dar.
Regresando a esta historia de pura palabrería, sí tomé el siguiente paso y acepté la oferta de una terapista individual. Ese era el momento que caí por la madriguera del conejo. Pero resulté mejor que Alicia. Crecí exponencialmente con la ayuda de mi terapista individual. Ese momento fue el catalizador para la mayoría de mi crecimiento personal durante mis años en la universidad. Mi terapista me ayudó, si no ver mi propio valor, hiso que no pudiera negar que yo tengo la potencia de convertirme en quien sea quien yo quiera. Me ayudó ver mi propia eficacia.
Y por eso, debo agradecerle a el doguillo gordito de mi vieja amiga. Honestamente, gracias Ash. Tal vez no fue la manera más amable de motivarme, pero la motivación viene en maneras chistosas (y a veces crueles). Además, tu comentario ha hecho mil veces más bien que mal a este punto. Entonces, gracias.
Notas sobre esta publicación:
(1) Todas mis publicaciones son sobre eventos reales en mi vida. Sí, me pongo dramática o poética en ciertos momentos como cuando describía la escena de pasa entonces los detalles tal vez no sean 100% precisos, pero quiero que sepan que los eventos en si actualmente pasaron.
(2) Todos los nombres que menciono son pseudo nombres. Descripciones de los eventos que involucran a esas personas intencionalmente incluyen pocos detalles para que sea difícil identificarlos si es que ellos no quieren que los identifique. Si conoces a las personas de cuales me refiero, por favor enséñales la misma cortesía que yo al no nombrarlos.
(3) Esta sólo es una historia sobre Ash. Me doy cuenta de sus puntos malos, pero también tenía calidades buenas. No la juzguen demasiado o piensen de mí una idiota por haber sido su amiga. O háganlo. Sólo recuerden ser respetuosos.
(4) Foto es de StockSnap en Pixabay via Creative Commons
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